Nace en 1960 como apoyo a la Feria de Artesanía de Viña del Mar. El Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar se ha convertido en un programa musical de inmensa popularidad. Este espectáculo se posiciona como el más importante de América Latina teniendo gran renombre a nivel mundial. El Festival se ofrece anualmente en el mes de febrero, cuando acapara todas las miradas de la prensa, haciendo que miles de personas vivan y disfruten durante estos días en la ciudad, convirtiéndose así, en este período, en una verdadera capital artística que se proyecta al mundo con fuerza.
Los inicios de este show se remontan a las actividades de un par de músicos que se reunían a tocar y presentar sus trabajos realizados en la Escuela de Bellas Artes en una feria que se llevaba a cabo en los jardines de la Quinta Vergara en el año 1959. En ese entonces el director de Turismo y Relaciones Públicas de la Municipalidad de Viña del Mar, el señor Carlos Ansaldo, descubrió una gran oportunidad para su ciudad y los músicos de la zona en la que se podría complementar la música con el espectáculo, realizando competencias y shows artísticos para un público que avalaría toda la producción. Para esto contó con el significativo apoyo del Director artístico del Casino viñamarino, el maestro Izidor Handler, que dirigía la Orquesta Festival. También destacaba el entusiasmo en la conducción del locutor radial Heraldo García.
Fue, entonces, el 21 de febrero de 1960 cuando el primer Festival de la Canción de Viña del Mar se llevó a cabo. Durante seis días se presentaron músicos de la zona, además de los Huasos Quincheros y el humorista Carlos Helo, en un escenario de tablas y cholguán. Toda la construcción no tenía más de diez metros de longitud, mientras que el público debía conformarse con sillas plegables y un par de graderías hechas días antes. En ese entonces el premio mayor era la “Lira de Oro” y 500 escudos, que se llevó la canción ganadora de aquella competencia: “Viña del Mar”, de José Goles.
A pesar de su humilde comienzo, el éxito de este show fue indudable, tanto así, que para el siguiente año ya se había construido un pequeño anfiteatro en la Quinta, que se coronaba con un tradicional escenario con su concha acústica, elemento clásico y elegante que servía para entregar un mejor sonido al público. Este detalle se convirtió en el símbolo del Festival por años. Por otro lado, las sillas plegables y las graderías no daban a basto para la cantidad de público presente para la segunda versión del festival, así fue como se vieron personas en cerros y montes cercanos a la Quinta, todas ellas expectantes por el espectáculo. Con los años el Festival se convirtió en el evento del año esperado por los habitantes de Viña y sus alrededores y, comenzó a atraer a personas de diferentes regiones hasta llegar a la prensa, así, el evento se transmitió por televisión.